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Identidad: Conoce quien eres

Lourdes Pinto — 8 diciembre, 2016

Adán y Eva cayeron porque no habían abrazado su identidad en relación con Dios y en su relación mutua, con la responsabilidad que conlleva: ser hijo, cónyuge, protector, guardián del jardín... Abrazar nuestra identidad es un aspecto esencial del amor.
 
Satanás pudo plantar pensamientos de desconfianza contra Dios. Cuando desobedecieron no aceptaron el mal que habían hecho sino que se culparon mutuamente y culparon a Dios: Gen 3, 9-20 «La mujer que pusiste aquí conmigo, me dio del fruto ...» Fíjate la falta de amor en sus palabras.
 
Para que el amor perdure, debemos saber quién es el otro para mí y estar dispuesto a sufrir para defender la relación. Adán no actuó de acuerdo con su identidad como esposo e hijo de Dios que los había creado para ser uno en el amor. La mujer, por su parte, culpa a la Serpiente. Cuando la verdad sale a la luz, se esconden, se apartan de la relación.
 
¿Por qué fueron desobedientes?
Su amor e identidad aún no se habían perfeccionado a través del sacrificio. En lugar de confiar en Dios, que es todo bondad y verdad, estaban abiertos a otras opciones. En lugar de pensar en su cónyuge, cada uno pensaba solo en si mismo. Su identidad no había madurado.
 
Mensaje 66 en El Camino: «La virtud de la obediencia es fruto de una gran transformación interior ... crece en la humildad y la pureza de corazón». Para ser obedientes debemos estar dispuestos a pasar por esta transformación. Debemos abandonar nuestra voluntad y creer. La obediencia es el fruto de la confianza y el amor. La desobediencia proviene de un corazón que carece de confianza y amor.
 
Jesús fue perfectamente obediente a la voluntad del Padre. Él ama y confía. Él conoce su identidad: quién es, de dónde vino, a dónde va.
 
Crecer en obediencia es crecer en profunda atención a los movimientos del Espíritu Santo. Por eso el silencio es tan importante. Dios nos dijo: «La obediencia perfecta a Mi voluntad es tu respuesta de amor».
Mansedumbre
La mansedumbre no es ser un pelele; es estar lleno del poder del Espíritu Santo para que no encontremos nuestra identidad en el poder del mundo. Es saber quién eres y a dónde vas. Es estar en casa en tu propia piel, no afligido por la envidia, no definido por lo que tú u otros hacen o tienen. Ser manso es ser libre porque sabes que perteneces a Dios. ¡Bienaventurados los mansos!
 
Jesús y María son el nuevo Adán y la Nueva Eva. Ella da a luz al Nuevo Adán y lo forma, lo alienta y consuela, sufriendo todo con Él. No se echan culpas uno al otro, sino que se ofrecen como sacrificio perfecto victimal.
 
Esta es la misión de El Camino: llevarnos a una profunda transformación interior para que podamos confiar, rendirnos y amar a Dios, y así vivir en perfecta obediencia a Su voluntad. Solo a través del trabajo de El Camino, que requiere nuestro consentimiento y gran dedicación, nos convertimos en mansos de corazón, libres para vivir nuestra verdadera identidad, sabiendo de dónde venimos, a dónde vamos y quiénes somos. El Señor nos está diciendo:
¡¡CONOCE QUIEN ERES!!
 
Nuestra perseverancia en la Iglesia, en nuestras relaciones y en la comunidad requiere que sepamos quiénes somos y estar dispuestos a luchar por ello.
 
Mensajes de El camino 47-48
Jesús le dice a las Madres de la Cruz: «Ustedes son Mi consuelo porque están unidas como una con María, la Nueva Eva. Necesito que le den vida a Mis Misioneros de la Cruz y a todos los hombres en su territorio de las almas... Mis mártires ocultos de amor, en perfecta unión con la Reina de los Mártires, levantarán a Mis apóstoles de la luz. Sepan que he puesto Mi morada en cada uno de sus corazones, por lo tanto ustedes irradian la humildad y la pureza de Mi madre. No se cansen, en sus vidas ocultas, de sufrir todo conmigo, porque son Mi remanente santo que Dios Padre usará para purificar a Mi Iglesia y traspasar la oscuridad que la penetra. Por lo tanto, salgan Mis hijas, como Mis santos guerreros, con María, para apoderarse del dragón y arrojarlo al infierno.»
Por medio de la vida oculta de Mis madres de la cruz se levantará mi ejército de santos sacerdotes. Estas madres espirituales vivirán las lágrimas y penas de sus corazones unidas como una con la Madre Dolorosa. Zilkia y Maria H. han experimentado la gracia de nuestra Santísima Madre Dolorosa en esta peregrinación. Como madres unidas con María, traemos vida a los demás. Pero cada (Madre y Misionero de la Cruz) debe ser perfeccionado para vivir su vida ordinaria oculta con todas sus pruebas, tristezas, agotamiento con AMOR PURO.
 
En esta comunidad hay confesión y acompañamiento.
Nuestra transformación y nuestra libertad para vivir nuestra identidad como hijos de Dios se da a través de nuestra apertura para recibir a ambos. Igual que ocurrió con Adán y Eva, la forma en que reaccionamos cuando nuestras faltas salen a la luz muestra la disposición de nuestros corazones. Cuando vamos con buena disposición a la confesión y al acompañamiento, podemos entrar en el enjambre de raíces de esa oscuridad, el orgullo oculto en todos nosotros. Esta apertura desarrolla un corazón manso.
 
Nuestra identidad como alma oculta.
Una de las mayores purificaciones es aceptar la realidad que nuestras vidas como víctimas de amor pasarán desapercibidas para el mundo. Necesitamos entrar en nuestra identidad como almas ocultas y aceptarla. Entonces comenzamos a vivir en la libertad de saber quiénes somos ante la mirada del Padre y de ser felices al pasar inadvertidos para el mundo e incluso para nuestra familia más cercana. Esto le da poder a nuestra intercesión y nuestra capacidad de traer una nueva vida a los Nuevos Adanes.
La transformación de los Misioneros de la Cruz depende de que las Madres de la Cruz sean obedientes a su misión. Además, si los hombres no se vuelven mansos (firmes en su identidad en Cristo, el Esposo) no podrán proteger a las mujeres ni a la misión. Seguirán siendo viejos Adanes. No serán obedientes a la misión dada por Dios a esta comunidad. Así todos necesitamos que cada uno viva El Camino para crecer.
El mensaje 44 de El Camino nos dice: «Restaurando la maternidad, fortaleceré a la iglesia doméstica, ayudaré a sanar la paternidad y restauraré Mi Iglesia universal».
 
Nuestra identidad está en Cristo y María, como víctimas de amor
Efesios cap.1 nos dice que fuimos elegidos y destinados según el propósito de UNO, Cristo. Nuestra misión y la de Cristo no están separadas. Es ser uno con Jesús. Continuamos la misión de Cristo. Por medio de El Camino debemos ser Cristo y ser amor. Existimos para alabar y glorificar al Padre mientras vivimos nuestra identidad como víctimas del amor, sufriendo todo con Cristo solo por amor. Nuestra misión es unirnos específicamente a su condición de víctima y vivirla en la tierra, suscitando las gracias de la redención. Nuestra identidad es Cristo víctima.
Todas las Madres de la Cruz concebirán muchos hijos para ser Jesús.
En la Anunciación, el ángel le dice a María: «El Señor te ha favorecido». El Señor le dice esto ahora a las Madres de la Cruz, ya que están llamadas a ser una con María: «Ustedes son Mí delicia». Así que no teman, cada madre va a concebir y dar a luz hijos: Jesús en los sacerdotes. Este es nuestro propósito. Para Dios nada es imposible.
 
Mensajes 139-140. Den sus vidas por ellos unidas con María, como víctimas intercesoras.
Les damos a luz y ellos nos llevan al cielo. Necesitamos formarnos como mujeres. Si no nos transformamos les traeremos problemas y no ayuda. Tenemos que ser una comunidad comprometida con esta transformación.
Jesús es Dios y se humilla a sí mismo y recibe formación del Padre y de María.
Es importante recibir de mí (Lourdes) el carisma y la misión, como la madre espiritual de la comunidad. Esta es mi identidad y responsabilidad. Si no les diera leche pura como madre espiritual de la comunidad, fallaría al Señor. Pero ustedes, como miembros de la comunidad, tienen la responsabilidad de recibir de mí el carisma. Este es un punto fundamental de discernimiento para saber si están llamados a Amor Crucificado. Tuve que crecer durante muchos años para llegar a decir esto porque mi falta de mansedumbre me impedía ser plenamente quien soy en Cristo y ocultaba mi identidad. Eso es un pecado.
Muchos hombres no quieren recibir formación de madres comunes. Hasta que no tengan la humildad de recibir, no podrán ser Cristos crucificados. Mira como el padre Félix recibió de Conchita para ser parte de las Obras de la Cruz. Solo los humildes y puros de corazón reciben El Camino y descubren que es un tesoro. El orgullo y la arrogancia es un obstáculo para recibir. Se convierte en una pared.
 
Que esta reflexión te ayude en tu discernimiento, a solidificar y crecer en mansedumbre, en la libertad de vivir lo que somos en Cristo.
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